por Alan Fernando Padilla Ávalos
Con gran ingenio, Sartre nos presenta un lugar arcano, en forma de un hotel modesto e irrelevante a donde a llegado José Garcín -un periodista que anhela la paz- a pasar un largo tiempo, sin embargo su estancia lo ve comprometido a compartir la habitación con dos mujeres muy distintas: La seca y desalmada Inés y la coqueta arpía Estelle. La trama se va dibujando en esa estancia con tan solo tres sillones y una estatua de bronce encima de una chimenea, un sombrío pasado y la charla de esta “familia” tripartita, aunque también entra de colado un mayordomo que solo viene a despistar.
El Mayor castigo
Sin poder salir de la habitación, Garcín, Inés y Estelle configuran su propio tormento, simplemente charlando, compartiendo su vida –y su muerte-, divagando en el azar, la maldad, criticando al otro, dejando llevar la lengua a los celos, donde los tres quedan para ellos mismos “desnudos como gusanos”. Si en un principio se proponían estar serenos entre ellos, la curiosidad, la vanidad y el amor (cualidades inherentes del ser humano) los llevarán al abismo negro por la eternidad; a todo esto ¿Será posible vivir con alguien -por más que se le ame- todo el tiempo? La respuesta de Sartre fue concisa: La otredad es el mayor tormento.
El Existencialismo
Cabe mencionar que A puerta cerrada ha sido varias veces llevada a la pantalla grande. La obra del francés nos exclama la cruenta realidad -navaja mala- de la otredad, pues mientras se enseña la paz, la tolerancia y esa sensibilidad hacia todos los seres vivos en la actualidad. Estos filósofos existencialistas se empeñan en nublar el mundo con estos argumentos, bellamente representados en el escenario -con digna razón pues vivir la guerra solo deja la muerte-.
¿Dinos qué piensas sobre el vivir en sociedad? ¿Es agradable o insoportable? ¿Qué opinas de la obra de Sartre? Deja tus comentarios.